miércoles, 10 de noviembre de 2010

Lo veo acostado en la cama.

Quieto como una estatua.

Ausente como el viento.

Sólo un sutil movimiento delata vida en ese cuerpo inerte.

Lo miro.

Ninguna respuesta.

Ningún sonido.

Me acomodo lentamente a su lado.

Lo veo.

Ninguna respuesta.

Ningún sonido.

Vacío.

Al mirarlo siento todo.

Nada.

Indiferencia.

Temor.

Confusión.

Vacío.

Siempre vacío.

Vacío que llena.

Vacío que completa.

Vacío que permanece.

Me atormenta lo que veo.

Soy el alma de un cuerpo inerte.

Atrapado.

Inservible.

Destructible.

Fugaz.

Ahora sus labios son sólo labios.

Nada más.

Nada menos.

Todo se ha convertido en un concepto.

Objeto.

Definición.

Ya no veo la persona que me inspiraba a soñar.

Reír.

Sentir.

Volar.

Ya no reconosco esta voz que dice mi nombre.

¿Es ésta la misma persona que despertó en mí la emoción de las palabras?

¿La tristeza que se apega a los huesos y te obliga a caminar?

¿El anhelo de lo extraordinario en lo ordinario?

¿La magia en cada acción?

Ninguna respuesta.

Ningún sonido.

Me levanto lentamente.

Miro hacia la ventana.

Todo es desconocido.

Todo es _________ .

Cierro la cortina.

La luz, sólo un reflejo de lo que era.

Giro lentamente.

Lo miro.

Ninguna respuesta.

Ningún sonido.

Me aproximo a la puerta.

Tomo la manija firmemente.

Lo miro de nuevo.

___________.

Salí del cuarto.

Nunca regresé.

El vacío mi única respuesta.



Helena Madrid.